Desde marzo del año 2020, en que se declaró la emergencia sanitaria por parte del ex Presidente de la República, cuyo nombre prefiero no acordarme, hecho que marcó el inicio de las clases en línea, los costos que demanda la educación superior en el Ecuador, excepto las remuneraciones del personal docente, administrativo y de obreros que laboran en las Universidades y Escuelas Politécnicas, han sido transferidos en gran parte a los docentes y las familias de los estudiantes que se forman en ellas, sin que las autoridades de los centros educativos, salvo contados casos hayan generado propuestas de apoyo para cubrir algunos gastos que genera la educación en línea, que ahora realizan los maestros desde sus hogares y reciben los estudiantes en sus casas.
De un momento a otro, los docentes debieron adecuar en sus viviendas los espacios físicos necesarios para el desarrollo de las clases, esto implica un salón virtual de clases con ciertos equipamientos (mobiliario, equipos y adecuada iluminación, condiciones de conectividad optimas, equipos y tecnología indispensables), afectando el normal desarrollo de la vida familiar.
Debemos entender que el proceso educativo y la labor del maestro, van más allá de lo que se percibe comúnmente, esto es la preparación de materiales para las clases, que permitan generar un espacio dinámico en el que interactúan docentes y estudiantes, lo que implica muchas horas de trabajo previo a los encuentros sincrónicos y asincrónicos, que obligatoriamente definieron las autoridades educativas que deben ser parte de la jornada académica del docente, considerada en los distributivos de carga horaria y en los contenidos de los sílabos de las diferentes asignaturas.
Actividad a la que en el mejor de los casos, los que reglamentan el distributivo de la jornada docente (8horas) le asignan 0,3 por cada hora de dictado de clases, lo que constituye un despropósito, que se evidencia en el hecho que, más allá de las 40 horas semanales de trabajo, que debe cumplir obligatoriamente un docente, labore efectivamente entre 10 y 12 horas diarias, lo que significa 50 o 60 horas semanales, sacrificando su tiempo de descanso y el de dedicación a su familia, hecho que a más de ser ignorado por la sociedad, jamás ha sido reconocido por las autoridades del ramo.
A la actividad docente, que no es la única que cumplen los maestros, puesto que muchos de ellos complementan su jornada de trabajo, con actividades de investigación, vinculación y gestión, en pandemia el tiempo que debemos dedicarle creció exponencialmente, puesto que no es lo mismo la preparación de materiales de clase en el sistema presencial que en línea, mucho más cuando el cambio de produjo de manera abrupta, y debo decirlo con total sinceridad, cuando la mayor parte de docentes no manejábamos muchas de las herramientas que se necesita para cumplir con ese cometido, por lo que nos tocó aprender a saltos y brincos, y aquí cabe una reflexión, la falta de destreza en el manejo de herramientas informáticas (aulas virtuales, elaboración de videos, y otras) implica mucho tiempo de dedicación hasta lograr la experticia necesaria, elemento que tampoco fue considerado.
Se incrementaron en gran medida las consultas de los estudiantes, por las dudas que se generan en la dinámica del proceso educativo en línea, las que son planteadas por diferentes medios (wapp, mensajes de texto, llamadas telefónicas, mail, chats de aulas virtuales), a cualquier hora del día y sin importar si es fin de semana o feriado, es decir, a los maestros nos tocó, exagerando un poco estar disponibles 24 / 7.
Todo esto demanda la utilización de los recursos que se había mencionado anteriormente, por lo que es necesario realizar una cuantificación aproximada de los costos que significan para los docentes el trabajar en esta modalidad, y además procurar un acercamiento a lo que se ahorran las instituciones de educación superior por mantener estas condiciones de trabajo, y sería saludable para el pais que se informe con detalle a que se dedicaron esos recursos. En la tabla 1, se presenta los valores aproximados en los que incurre un docente universitario al mes, por el dictado de clases virtuales en el Ecuador.

Valor que demeustra la tabla 1 resulta significativo, puesto que aproximadamente el 70% de docentes de las universidades del pais, tiene ingresos mensuales que oscilan entre 1500 y 2500 dólares, lo que implica que su aporte para la formación de los futuros profesionales representa entre 6% y 10% de su remuneración. Es importante indicar que gran parte del trabajo administrativo, que normalmente realizan los empleados de las universidades, debido a la pandemia es asumido por los docentes, por tanto, en un posterior análisis se deberá considerar esta variable.
Se complementa el análisis desde el lado de la universidades, puesto que los costos operativos se reducen significativamente ya que, al no estar en sus espacios físicos los docentes, estudiantes, ni el personal administrativo (estos han laborado de manera parcial en las oficinas de las IES), lo que necesariamente implica ahorros importantes para las casas de estudio; rubros como pago de servicios básicos, materiales de oficina, papelería, internet, seguridad, equipos informáticos, toners, copias, combustibles y lubricantes, viáticos y subsistencias, servicios de comedor, servicio médico y odontológico, entre otros que su consumo y uso casi han desaparecido, y la consiguiente reducción de personal administrativo contratado, ya que por simple lógica no tiene que funciones cumplir.
Los valores por estos conceptos, se deben expresar en los estados financieros de los años 2020, 2021, y como vamos en la ESPOCH, al menos el primer trimestre del 2022, por lo que, las autoridades en el más elemental sentido de responsabilidad y transparencia deberían informar e indicar a la sociedad, a que se destinaron los recursos que se ahorraron por estos conceptos, que sin lugar a dudas serán varios millones de dólares. Sin embargo, llama mucho la atención que al revisar la página web de la ESPOCH, en la sección transparencia, sin comparamos el personal que laboraba en el mes de diciembre de 2019, diciembre de 2020 y octubre de 2021, en lugar de reducirse este se ha incrementado, lo que resulta insólito, y tiene explicación en el negocio realizado por el rector, para optar por una reelección, que a todas luces es cuestionable, puesto que se compró votos y se pagó con puestos para parientes, aliados y cognados de docentes y empleados.
Mientras esto se analiza, el gobierno neoliberal de Lasso, en la proforma presupuestaria para el año 2022, reduce significativamente las rentas para la universidad pública ecuatoriana, en una cifra jamás imaginada de 213 millones de dólares, y en lo que respecta a la ESPOCH en más de 18 millones, lo que constituye un golpe atroz para su funcionamiento, y que evidencia que ni salud ni educación, son prioridad para este gobierno.
Por: Carlos Benjamín Ricaurte Yépez
DOCENTE TITULAR ESPOCH

