Una mirada a la coyuntura al cerrar el 2021.

A continuación presentamos una mirada a la realidad nacional e internacional como herramienta para el análisis; un repaso del contexto que permite identficar actores sociales y políticos y determinar el escenario en el cual se disputan los intereses de las clases sociales.

Contexto Internacional:

Es un nuevo tiempo de guerra fría. Oriente y occidente enfrentados, sin la misma carga ideológica del siglo XX, pero con una disputa económica y un entramado geopolítico que revive el fantasma de grandes conflagraciones y de la aniquilación total.  Esto si es que antes no se adelantan los grandes desastres ambientales, derivados de la fractura metabólica que hace 200 años describiera Marx.

El capitalismo impera y sus variantes más exitosas (para hacer analogía con la pandemia aún vigente) mantienen la reproducción de lo que parece un sistema destinado a la inmortalidad y sin alternativa viable que contradiga los preceptos del capitalismo actual: crecimiento infinito, concentración y mercado.

Y es que, a pesar de sus contradicciones, escandalosas, antinaturales y contrahumanas, el capitalismo se mantiene incólume por su gran triunfo generalizado: la dominación ideológica.  Las luchas entre países centrales y emergentes, que arrastran a los países periféricos, no giran en torno a modelos alternativos y superadores, sino en torno a la hegemonía.  En este marco se desarrollan las tensiones políticas y económicas entre China/Rusia y Estados Unidos de Norteamérica, poniendo a la mayoría de Europa en el burladero de la escena internacional.  Nuevamente, los alardes de poderío militar reaparecen como condimento de la guerra económica y la creciente disputa en el pacífico sur, en torno a Taiwán; así como entre la OTAN y el ejército ruso.

Luego de dos años de pandemia por la Covid-19, las perspectivas de crecimiento económico son desiguales entre los países de economías fuertes y los países subdesarrollados, siendo menos significativas tales perspectivas para Europa y Japón, que enfrentan nuevas oleadas de infección, con poblaciones especialmente vulnerables por la edad y condiciones crónicas asociadas.  Pero es para los países subdesarrollados que las consecuencias de la pandemia dejan las mayores desgracias, con millones de desempleados y cientos de millones de seres humanos empujados a la extrema pobreza, teniendo en las mujeres su mayor porcentaje de afectación.  El capitalismo global no ha sido capaz de enfrentar la pandemia y sus consecuencias con mínimos principios de humanismo y solidaridad.  Es el mercado el que ha aprovechado el desastre sanitario y, aún así, el lento avance de la vacunación en los países del hemisferio sur marca las desigualdades en el acceso a protección contra el virus para la anhelada “reactivación económica”.

Conflictos separatistas, religiosos, siguen activos en África, donde alrededor del 60% de su población vive en extrema pobreza, en un contexto caracterizado por la escasez de recursos, contaminación del aire y del agua, deforestación, megaminería, caza furtiva, tráfico ilegal de flora y fauna, manejo deficiente de recursos, cambio climático.  Todo esto en medio de las grandes explotaciones de recursos minerales que llegan a constituir la tercera parte de recursos del mundo, imprescindible para el desarrollo tecnológico que el mundo del consumo reclama, y cuyas ganancias se trasladan a sus países de origen o a paraísos fiscales, dejando poblaciones con los peores niveles de vida, comparados con países con menor cantidad de recursos.

El conflicto Palestino – Israelí es ya percibido como un conflicto en segundo plano, dentro de la escena política de los países de oriente, que han adoptado, al igual que Israel, la identificación de un enemigo común en Irán, como legado del período de presidencia de Donald Trump.  Mientras tanto, los ataques del ejército israelí siguen diezmando la población civil palestina.

Al otro del Atlántico las disputas imperialistas económicas, políticas y hasta religiosas, no tienen contradictor ideológico.

México, la segunda economía más grande entre los países latinoamericanos, vive un hecho inédito: la propuesta de consulta sobre el mandato del presidente López Obrador, pese a que los análisis económicos insisten en incertidumbre y desaceleración del crecimiento.  Sin embargo, AMLO señala que el crecimiento económico llegará al 6%, según sus propias declaraciones, en un contexto caracterizado por finanzas estables, sin devaluación del peso, sin pedir dinero prestado a organismos mundiales y sin incrementar impuestos.  Y es que la popularidad del presidente López Obrador se ubica entre el 58% y el 68%, según las encuestas, lo que resulta un factor favorable en su intento de legitimar su gobierno mediante la consulta que ha sido impedida por los entes institucionales.  La proyección de los próximos tres años reviste especial importancia en el escenario de los tipos de gobierno que van ganando terreno en Latinoamérica.

Hacia el hemisferio sur y en este lado del mundo, la situación general mantiene la característica de países dependientes de las economías centrales, políticamente convulsos y permanentemente sometidos a los designios del capital financiero internacional, matizados por el carácter y práctica de los gobernantes conservadores, por un lado, y los intentos de distanciamiento del imperio del mercado en la perspectiva de proyectos nacionales redistributivos.

Las elecciones presidenciales de Chile han dado como ganador a Gabriel Boric, dando un giro determinante en el curso de la historia chilena, al configurarse un escenario que posibilita profundas transformaciones, que entierren definitivamente el legado pinochetista y generen nuevas condiciones para las fuerzas de izquierda revolucionaria chilena.  Grandes retos como plurinacionalidad y la protección de los pueblos originarios asentados en territorio chileno, la preparación del Estado para la renta básica universal, la reforma a la estructura de poder del Estado, las urgentes transformaciones en el sector sanitario hacia el acceso universal, la eliminación del enfoque neoliberal en la educación, el nuevo rol del Estado dentro un plan económico que busca trazar la ruta a un nuevo modelo de desarrollo alejado del neoliberalismo, son entre varios, los desafíos que el pueblo ha reclamado y que impone a las organizaciones políticas y que el nuevo gobierno ha asumido.

Los permanentes intentos de deslegitimar y derrocar el gobierno de Pedro Castillo, en un Perú impregnado de neoliberalismo y sus consecuentes inequidades, reflejan la lucha de clases en el plano formal institucional, en un país donde el recuerdo de Sendero Luminoso sirve a la derecha para minar y frenar los intentos de la izquierda peruana de materializar alternativas al modelo de desarrollo económico actual.

Venezuela ha dado señales de recuperación económica y el PSUV alcanzó un nuevo éxito político con las elecciones regionales de noviembre, al mantener el control de la mayoría de estados y de la principal alcaldía, en Caracas; sin embargo, esta situación aún dista de las condiciones que impulsen al proceso revolucionario por el camino de su consolidación y radicalización.  Manteniendo fricciones y separación con el Partido Comunista de Venezuela, el PSUV y el gobierno aún deben gestionar la relación con la oposición, que aún con un notable resquebrajamiento en su interior, sigue siendo fuerte por su influencia en los sectores populares y bajo el cobijo de gobiernos y actores internacionales que fustigan el proyecto bolivariano.

Las reformas económicas en Cuba, bajo la presión del bloqueo, la pandemia y el potenciamiento de la gusanería contrarrevolucionaria, mantienen las limitaciones del desarrollo socialista, condiciones enfrentadas por la organización popular, un partido fuerte y un Estado que mantiene, pese a todo, el control de las fuerzas del mercado a través de la planificación.

Honduras iniciará un camino de esperanza, de la mano de Xiomara Castro, por lo que se espera sea la alternativa real al conservadurismo de 12 años, luego del derrocamiento de Manuel Zelaya.  Bajo la consigna de “Construcción del estado socialista y democrático”, el plan de gobierno de la presidente electa, marca un hito importante en la historia de Honduras y grandes expectativas en su contribución a la correlación de fuerzas del concierto de países del llamado “progresismo” latinoamericano.  Planificación del Estado y Poder Popular definen la propuesta del nuevo gobierno por posesionarse, en uno de los países más pobres de América.

La crisis de popularidad del FSLN en Nicaragua y el deterioro del desempeño económico, con sus repercusiones sociales derivadas, podrían mejorar sobre la base de la expectativa de crecimiento económico para el 2022; sin embargo, la construcción de poder más allá del poder público constituido parece ser el gran reto de un proceso cuestionado y polémico entre las y los propios sandinistas.

Las elecciones presidenciales de 2022 en Colombia, tienen al momento un favorito: Gustavo Petro.  Y que, si bien aún resulta temprano adelantar, permite avizorar una anhelada inflexión en la política interna y externa de Colombia, del curso del conflicto armado y la posibilidad de consolidar un bloque geopolíticamente adverso al interés del imperialismo norteamericano.  A pesar de la manifestación de Petro de que “Colombia no necesita socialismo, necesita democracia y paz”, los anhelos populares parecen sintonizarse con esta exigencia imprescindible para el desarrollo del país, alejado del intervencionismo norteamericano y de la perpetuación de las condiciones conflictivas que marcan la historia del país hermano.

Las voces de federalismo nacidas de los centros urbanos y reductos de la burguesía boliviana en el departamento de Santa Cruz, ponen un nuevo intento de desestabilización al que deben enfrentar fuerzas populares, obreras y políticas lideradas por el Movimiento al Socialismo.  Es importante destacar la presencia de Evo Morales en los procesos de movilización para el respaldo al gobierno de Luis Arce y la proyección al 2025 de la figura de Evo para un nuevo mandato.

En Paraguay se construye unidad de las fuerzas de izquierda de cara a las elecciones presidenciales de 2023.  Frente Guasú (partido político del ex presidente Fernando Lugo, hoy senador de la república), Paraguay Pyahurã, Partido del Movimiento al Socialismo (PMAS), Kuña Pyrenda y Frente Amplio, son algunas de las organizaciones que componen este gran frente de unidad.

Las derechas latinoamericanas en el poder, ejecutores de la agenda neoliberal, actúan en favor del imperialismo, tácita o explícitamente; siendo el gobierno de Brasil el caso especialmente representativo.  Pero es en este escenario, donde a las puertas del proceso electoral presidencial, Lula da Silva se perfila como favorito con alrededor del 44% de preferencia según las encuestas y que mantiene la tendencia al crecimiento, en lo que podría ser un vuelco determinante en la política regional de bloque, con el retorno al progresismo de la economía más grande de Sudamérica.

Es poco claro aún pensar en una reedición del bloque progresista latinoamericano de la primera década del siglo XXI.  Sin embargo, las perspectivas para el 2022 y los años siguientes hacen pensar en la posibilidad de nuevos acercamientos entre gobiernos del sur alineados a lo que podríamos llamar progresismo de izquierda, pero sin esa figura de cohesión que en su momento fue el comandante Chávez.  La segunda gran ola de integración latinoamericana antiimperialista podría marcar esta tercera década del siglo XXI, que como gran reto tiene el impulso y el fortalecimiento de la movilización y construcción de poder popular que sea capaz de defender y sostener en el tiempo los procesos revolucionarios o al menos redistributivos.

El rol del imperialismo norteamericano es el gran factor preocupante.  Su respuesta a la nueva ola de rechazo popular a los gobiernos de derecha, pondrá en escena a la agresiva maquinaria geopolítica con dos grandes frentes que atender: América Latina y oriente.

CONTEXTO NACIONAL

Con un PIB cercano a los 100.000 millones de dólares, para un per cápita de $5643, al año 2020, Ecuador se ubica entre los países de ingresos mediano-altos.  Su inflación 2021 está calculada en 1.9%, muy superior al 0.4% anual registrados en los años 2019 y 2020.  Con el 5.1% de desempleo a nivel nacional, durante el tercer trimestre de 2021, y con un 50% de informalidad entre la población ocupada.  La pobreza extrema afecta al 14.7% de la población, apenas menor al porcentaje del año 2020, pero muy superior a cualquier porcentaje del período 2010 – 2020. Los casos acumulados de Covid-19 suman alrededor de 536.000, con una letalidad de 6.3% a nivel nacional, muy por encima de la letalidad calculada a nivel mundial, que es de 1.9%. 

El Plan Nacional de Desarrollo 2017-2021, que corresponde al período de gobierno de Moreno, es un fracaso rotundo, tanto por los malos indicadores con los que se cierra el período, como por la pésima gestión de seguimiento y evaluación (asumiendo que la ejecución de los planes y programas se ejecutaron), que, en varios indicadores, no hay información publicada más allá del 2018.

El nuevo Plan Nacional de Desarrollo 2021 – 2025, presentado por Lasso y ya aprobado, está lleno de metas loables que entran en contradicción, muchas de ellas, con las previsiones de la política gubernamental.  Por lo pronto, en cuanto a la mortalidad carcelaria, el plan ya fracasó, pues lo planificado fue reducir el número de muertes por violencia carcelaria de 130 a 88, y solo en el año 2021 ya se han producido 518 muertes de reclusos por violencia, amotinamientos y guerra de bandas.

Esto como una síntesis de indicadores que nos acerquen a la realidad nacional, desde el punto de vista estadístico.

El gobierno de Lasso

La posesión de Lasso como Presidente de la República marcó no solamente el reinicio oficial, expreso y abierto del neoliberalismo en Ecuador, sino también el comienzo del fin del progresismo variopinto y de las máquinas electorales de las “izquierdas” ecuatorianas.  Esto último, de particular importancia porque obliga a repensar en el camino a seguir para disputar el poder del Estado por la vía de la democracia representativa, en condiciones de desbandada de las organizaciones sociales, de trabajadores y político-electorales; con un gobierno de derecha imponiendo las reglas y una institucionalidad resquebrajada, plagada de oportunismo y fuertemente influenciada, una vez más, por los poderes fácticos.

Hasta aquí los proyectos de ley, la ley publicada, los decretos emitidos han demostrado el carácter entreguista y privatizador del gobierno en los sectores estratégicos de electricidad y de hidrocarburos, burlando hábilmente el espíritu de la Constitución de Montecristi, del proceso constituyente y de sus actores mayoritarios, aprovechando la amplitud de ciertos preceptos constitucionales que son interpretados en función del interés del capital.  Como al malentender la eficiencia del gasto público y aplicarla como recortes en los sectores sensibles.

La carga contra el sector mal definido de la llamada clase media y la transigencia (aquí sí paternal) del Estado para con los deudores al fisco, caracterizan el decreto ley que no tuvo en la Asamblea Nacional, en sus asambleístas “progresistas”, el contrapeso necesario para archivar el proyecto.  Es más, aquel proyecto de ley y las circunstancias de su trámite han dejado al descubierto el oportunismo reinante en la Asamblea, matizado por las pugnas, destitución e intentos de destitución, desafiliaciones de movimientos y partidos que llevaron a una curul a las y los “honorables”.

El congraciamiento con la fuerza pública y sus claros llamados al uso de la violencia contra el pueblo y sus expresiones en las calles y el campo, desnuda el tipo fascistoide del ejercicio de poder de Lasso y sus ministros.  Mientras la delincuencia, producto agudo del incremento de la pobreza y consecuencia crónica de la ausencia de políticas sostenidas de desarrollo humano y económico sostenibles, arrinconan al pueblo exigiendo más represión, en cuya vorágine se ve inevitablemente arrastrado.

Aún existen muchos proyectos en carpeta, sobre la base de lo expuesto en el plan de gobierno, que deben generar las alertas de lo que se viene: reforma al sector sanitario con énfasis en la descentralización; implementación de zonas francas de salud; delegación de hospitales públicos al sector privado; reformas estructurales a la seguridad social no definidas y fomento de sistemas previsionales privados en detrimento de lo público; reingreso de agentes extranjeros para el fortalecimiento de la fracasada guerra contra el narcotráfico; reformas al sector educación con visión de mercado; entrega del desarrollo deportivo al sector privado; desregulación del mercado de entretenimiento; propuesta de vivienda social a expensas del sistema financiero privado; delegación al sector privado nacional e internacional para la entrega de servicios básicos, como mercancía y no como derecho; delegación al voluntarismo onegeísta de las acciones de abordaje de la violencia intrafamiliar; reforma laboral flexibilizadora y retrógrada; reforma financiera y de mercado de valores, en lo que parece ser una perspectiva de desregulación de esos sectores; aperturismo destructor de la producción nacional; y en fin, un largo etcétera que debe constituir base de nuestros análisis camaradas y de contradicción con el gobierno.

Deben preocuparnos también las intenciones de consulta popular que buscaría romper el candado que la constitución representa para la realización de la orgía neoliberal.

El salario básico unificado 2022

Lasso quiere resaltar el incremento salarial para el 2022 como un logro, casi sin precedentes y digno de elogios, para recuperar aceptación popular, en una jugada política que encubre los efectos esperables para el próximo año, teniendo un Estado que no regulará las fuerzas del mercado para que el incremento no sea más que un insidioso placebo popular.  Es de esperarse entonces la escalada inflacionaria so pretexto del incremento salarial.

Pero veamos qué es lo que ha pasado en cuanto al incremento del salario básico, desde el inicio de siglo.

Sin tomar en cuenta las condiciones y particularidades del contexto histórico, que distorsiona lo que realmente significaron estos incrementos para el consumo y satisfacción de necesidades de las y los ecuatorianos; durante la primera década del presente siglo (2001 al 2009), a partir de la dolarización, los incrementos, en términos absolutos, estuvieron entre los 5,71 y los 53 dólares, que porcentualmente representaron incrementos entre el 4,4% y el 50,3%.  Impresionante, considerando que fueron los tiempos del clímax y decaimiento del neoliberalismo en Ecuador.

Para la segunda década de este siglo (2010 al 2014) los incrementos fluctuaron entre 22 y 28 dólares, y en términos porcentuales, para el mismo período, los incrementos estuvieron entre el 6,9% y 10,1%.

Es en el período comprendido a partir del 2015 que Lasso busca resaltar como logro el incremento de 25 dólares para el año 2022.  Período en el cual el incremento más bajo fue de $6 y el mayor de $25 (el actual), representando, en términos porcentuales, el 1.5% y el 6.3%, respectivamente.  Lo que ubica al incremento hecho por Lasso muy por debajo de los incrementos de los períodos antes descritos.

Porcentualmente, el incremento de Lasso hace que el salario básico unificado represente solo el 55,91% del monto de la canasta básica familiar, lo que es menor a lo que representó el SBU en el 2020, cuando fue del 56,33%.

En definitiva, lo que se hace parecer como bueno, como logro, y que atrapó en una ilusión a los representantes de las y los trabajadores, en las negociaciones tripartitas, no es más que un engaño, forzado por la necesidad de recuperar simpatía popular.

Actores políticos

Ecuador carece hoy de liderazgos fuertes y aglutinadores para la movilización, en la perspectiva de la toma del poder del Estado.  La unidad de las organizaciones revolucionarias afines sigue siendo el elemento central de los discursos, pero también el principal problema práctico y estratégico.  Octubre de 2019 fue el escenario que puso a prueba la capacidad revolucionaria de los sectores movilizados, pero que nos dejó tales impresiones de incapacidad para la definición política, más allá del surgimiento de la figura de Leonidas Iza, que hoy se diluye en el tira y jala con el gobierno de Lasso, así como ocurrió en el gobierno de Moreno.

Enarbolar las demandas populares más generales no ha sido suficiente para aglutinar y movilizar.  Se requiere mayor representatividad.

El así llamado “correísmo” debe ser visto con cautela, pues aunque ha perdido fuerza y capital político, en la medida en que se agudicen la precariedad en las condiciones de vida de los sectores populares, el recuerdo de un tiempo de mayor consumo y mejores posibilidades de acceso al crédito, como armas de posicionamiento del movimiento “Revolución ciudadana”,  podrían reavivar la nostalgia por el líder carismático y, eventualmente, reconfigurar un escenario de disputa electoral favorable a los acólitos de Correa.

Rafel Correa es un personaje contradictorio y voluble, tanto por sus antecedentes en la presidencia de la república, como por sus pronunciamientos fuera del poder.  El mayor peligro de este personaje es la desmovilización y ser un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas políticas y sociales organizadas.

Una primera necesidad entre nosotros es eliminar de nuestro vocabulario el término “correísmo”, que denota tan solo una corriente de simpatía hacia el caudillo, mas no una doctrina o praxis política que amerite validarse como opción en el espectro de la izquierda.

Las y los líderes de derecha se mantienen por el momento en sus reductos territoriales, expectantes y poco deliberativos con el acontecer nacional; al final, en este gobierno también se benefician sus intereses.

El año electoral 2022

Bajo este panorama descrito, el Partido Comunista Ecuatoriano no puede menos que ratificar su postura de oposición frente al gobierno nacional, la clase y los intereses que representa.  Y bajo esta consigna, las acciones políticas organizativas y políticas electorales deben estar caracterizadas por la ideologización de los espacios, de sus aliados y sus cercanos.

Nuestra voz ha estado ausente los últimos meses: lo reconozco.  El sistema y las obligaciones cotidianas para sobrevivir nos han absorbido; sí, nos hemos dejado ganar por la rutina.  Y sin embargo, debemos corregir, pues somos los únicos que podemos dar esa batalla ideológica que en los próximos meses definirá el camino del proyecto neoliberal y el posicionamiento de las alternativas: bien para el progresismo variopinto y policlasista ó de la corriente socialista popular y democrática clasista, que debemos enarbolar.

Aquí comienza entonces la discusión de la vía, que en las condiciones actuales nos orienta hacia la participación en los procesos electorales.  ¿Con qué expresión electoral? ¿con un brazo propio o compartido?  En el orden del día se ha destinado un punto para este propósito.  Una premisa fundamental para esta discusión es no repetir los errores, nuestros errores, del pasado.

Camaradas, dejo a vuestra consideración estos elementos del análisis de la realidad internacional y nacional, consciente de que la complejidad y abundancia de asuntos deja muy corto lo presentado, pero que será enriquecida con vuestros análisis.  Así, doy paso al desarrollo de este pleno.

c. Julio Jaramillo Monge

SECRETARIO GENERAL

Documento aprobado por el Comité Central el 20 de diciembre del 2021.

Partido Comunista Ecuatoriano

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