Palestina resiste: internacionalismo frente al genocidio

La ofensiva militar lanzada por Israel sobre Gaza desde octubre de 2023 ha representado una nueva fase de exterminio contra el pueblo palestino. Con más de 37.000 muertos — en su mayoría mujeres y niños —, hospitales bombardeados, barrios reducidos a escombros y la población sometida al hambre y al cerco total, se trata sin lugar a dudas de un genocidio planificado y ejecutado con la complicidad internacional.

Desde una perspectiva marxista, la lucha del pueblo palestino no puede entenderse como un conflicto étnico o religioso, sino como una lucha de clases y la liberación nacional frente a un estado colonial al servicio del capital transnacional. La creación de Israel en 1948 no fue una reparación histórica, sino la instalación de un enclave imperial en Medio Oriente, patrocinado por las potencias occidentales para controlar el acceso a los recursos estratégicos y sofocar el proyecto de autodeterminación árabe.

El sionismo, como ideología nacionalista burguesa, ha servido para justificar la ocupación, el apartheid y la limpieza étnica étnica de Palestina.

Desde la Nakba en 1948 hasta la actualidad, el pueblo palestino ha resistido — por medios populares, políticos y armados — una estructura de opresión que combina militarismo, despojo y apartheid. Hoy Gaza es el laboratorio de la impunidad imperial: un pueblo sitiado, desarmado y empobrecido, enfrentando el arsenal más sofisticado del mundo.

Israel no actúa solo, es el principal aliado de Estados Unidos en Medio Oriente, una pieza geoestratégica que actúa como “portaaviones terrestre” de la OTAN. Cada bomba lanzada sobre Gaza cuenta con financiamiento estadounidense, respaldo diplomático de la Casa Blanca y la cobertura mediática que presenta a los palestinos como terroristas. La Unión Europea y Naciones Unidas, por su parte, han mostrado un papel servil y decorativo, incapaces de frenar la masacre o hacer valer el derecho internacional.

En este contexto, la solidaridad internacionalista con Palestina es una tarea urgente y política. No se trata solo de una cuestión humanitaria, sino de una causa estratégica de los pueblos que luchan contra el imperialismo global. Por eso, la lucha antisionista es inseparable de la lucha antimperialista.

El compromiso concreto con Palestina implica: denunciar el relato sionista hegemónico; exigir el fin del financiamiento y apoyo militar a Isael; impulsar campañas de boicot, desinversión y sanciones (BDS); apoyar a las comunidades palestinas en la diáspora; y construir redes de solidaridad entre movimientos populares, obreros, feministas, estudiantiles y campesinos.

Asimismo, es vital distinguir antisionismo de antisemitismo: el rechazo al proyecto colonial israelí no es un rechazo al pueblo judío. El sionismo no representa a toda la comunidad judía, sino a un régimen político al servicio del capital.

En cada bandera palestina alzada hay un grito que no se resigna: Palestina no está sola. La resistencia palestina es también la defensa de todos los pueblos que, como ella, se niegan a vivir arrodillados ante el imperio. Por eso, la solidaridad con Palestina es también la defensa del futuro de la humanidad.

¡Desde el río hasta el mar, Palestina vencerá!

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