Como para variar, mediante canales extraoficiales y en medio de una incertidumbre generalizada se ha conocido que el “Presidente” se ha decretado una prórroga vacacional hasta el 24 de mayo del 2021. El decreto 660 ratifica la indisposición de Moreno para gobernar y, haciendo gala de una desfachatez sin nombre, delega la aprobación y delineación de políticas públicas, función que le corresponde constitucionalmente al primer mandatario, a sus secuaces, que a partir de ahora, y sin tapujos, serán quienes dirijan el destino del país. No sorprende el acto de delegar, sino la despreocupación evidente con la que Moreno lleva su gestión, que no es ni tan suya ni tan gestión.
Así las cosas, tendremos varios mini presidentes que dirigirán el Gabinete Estratégico y los Gabinetes Sectoriales, mientras Moreno se dedicará a los viajes de turismo presidencial –acompañado de Doña Rocío, ¡faltaba más! – a los cocteles de alcurnia y las secciones sociales de los diferentes medios de comunicación.
Por si quedaba duda, a Lenín Moreno no le basta con ser, sino que se esfuerza en parecer un inepto y un vago, un títere que sortea la coyuntura política sacando del sombrero su retórica de culpar a Correa hasta de la desaparición del Tahuantinsuyo y sus intentos de predicar cual Dalai Lama. Lamentable papel de uno de los presidentes que más vergüenzas ha traído al país y trágica situación en la que se encuentra la nación.
Tal como diría el escritor Joseph Heller: “En esta vida algunos hombres nacen mediocres, otros logran mediocridad y a otros la mediocridad les cae encima”; de entre todos los personajes que pasarán a la infame lista de la vergüenza nacional, los nombres de María Paula Romo, Juan Sebastián Roldán, Andrés Michelena y Santiago Cuesta se disputan codo a codo el primer puesto. Más su mediocridad no es inocente o inofensiva sino todo lo contrario, en ellos recae la responsabilidad de conducir desde lo político, económico, social el reencauzamiento neoliberal que el Ecuador afronta hoy.
En la práctica y reflejado en políticas y leyes, se ha entregado todo el poder a la derecha oligárquica y, obedeciendo abyectamente las disposiciones de Washington, estos cuatro jinetes de la catástrofe son los encargados de mantener este gobierno hasta el 2021, o hasta que el socialcristianismo tenga el escenario adecuado para cumplir el sueño de Nebot sentado en Carondelet.
Para colmo de males, los comicios de marzo próximo advierten una profunda crisis de representatividad y legitimidad en función del esfuerzo de las candidaturas para desvanecer cualquier debate ideológico programático, así como por las apresuradas y reprochables decisiones del CNE que parece tener la misión de cubrir con un velo de sospecha el proceso.
Los números no mienten, la crisis política que vive el país, empieza en Carondelet pero se expande como metástasis por todas las otras funciones del Estado. Los transitorios del CPCCS que hacen y deshacen, a su antojo y que hoy pretenden perennizar sus decisiones intentando cercenar atribuciones para los próximo integrantes del CPCCS definitivo. La Asamblea Nacional que entre diezmo y diezmo va a quedar diezmada; la función judicial en crisis, etc.
Por su(s) parte(s), el campo popular, aunque comienza a dar señales de levantamiento, aún no logra articularse en una plataforma unitaria y persisten las decisiones del cálculo político e incluso electoral, cierta(s) izquierda(s) insisten en su actitud de superioridad moral, sectarismo y anquilosamiento.
Las causas movilizadoras aún son expresiones de redes sociales y la ciudadanía se encuentra en un estado de iracundia que no encuentra donde converger.
Será insistente decirlo, o construimos unidad social y política contra el neoliberalismo o seremos espectadores de la historia repetida como sainete.
Secretariado Nacional
Partido Comunista Ecuatoriano



