El 27 de diciembre de 1797 nace en Quito, Ecuador, Manuela Sáenz, una importante líder revolucionaria y precursora de la Independencia de América del Sur.
Hija ilegítima, fruto de la relación prohibida entre Simón Sáenz Vergara y doña Joaquina Aizpuru y Sierra. Al morir su madre, fue entregada en custodia a las religiosas del monasterio de Santa Catalina, donde pasó sus primeros 4 años. En el internado estaban jóvenes de las más importantes familias de la ciudad. En ese lugar aprendió a bordar y a elaborar dulces, que son los que le mantendrían en sus años de exilio en Paita, además de aprender a comunicarse y expresarse en español, inglés y francés. Años más tarde cuando su padre se diera cuenta de sus talentos, pasó a vivir en la casa “Sáenz Ocampo”, con su padre, su madrastra y hermanos.
A los veinticuatro años se casa con un acaudalado inglés, James Thorne. La boda se celebró en Lima, entonces capital del Virreinato del Perú, ciudad que no conocía las condiciones “ilegítimas” de su nacimiento. Manuelita fue aceptada en el ambiente aristocrático de la capital y pronto se convirtió en el centro de las tertulias limeñas, donde el descontento con las autoridades españolas era evidente.
Conspira activamente con los patriotas limeños y espía para ellos. De noche, vestida con sayo y manto, a veces de hombre, coloca proclamas revolucionarias en las paredes de las casas, desafiando a la autoridad del virrey y burlando a los guardias enviados para capturarla. El 28 de julio de 1821, cuando se declara la independencia de Perú participó de lleno en todo el proceso.
Conocida a nivel continental por su acción emancipadora, y sus hazañas en busca de la libertad, Manuela había sido condecorada con la Orden del Sol el 23 de enero de 1822, por convencer a su medio hermano, el capitán del regimiento de Numancia del Ejército Realista, para que se pasaran al campo de los patriotas.
En 1822 Manuela regresó a Quito, para poner en orden una parte de su herencia, allí participa de los eventos de recibimiento y festejo a Simón Bolívar. El 16 de junio de 1822, Manuela Sáenz lo ve por primera vez. Ella misma narra lo sucedido en su diario:
“Cuando se acercaba al paso de nuestro balcón, tome la corona de rosas y ramitas de laureles y la arrojé para que cayera al frente del caballo de S.E; pero con tal suerte que fue a parar con toda la fuerza de la caída a la casaca, justo en el pecho de S.E. Me ruboricé de la vergüenza, pues el Libertador alzó su mirada y me descubrió aún con los brazos estirados en tal acto, pero S.E. se sonrió y me hizo un saludo con el sombrero pavonado que traía a la mano”
En un encuentro posterior, en el baile de bienvenida al Libertador, él le manifiesta: “Señora: si mis soldados tuvieran su puntería, ya habríamos ganado la guerra a España”. Manuela y Simón Bolívar se convertirían en compañeros sentimentales y de lucha durante ocho años, hasta la muerte del libertador, en 1830.
En los años posteriores Manuela se cuenta dentro del ejército que lucha por la libertad. En esta época escandalizaba a todos, cuando utilizaba uniforme de soldado para ir a las campañas. Sigue a Bolívar en su campaña libertadora. Por el coraje demostrado en combate, la ascienden a capitán en Junín y a coronel en Ayacucho, por pedido expreso de los oficiales del Libertador y de la tropa.
Durante su estancia junto a Bolívar en Santa Fe de Bogotá, el 25 de septiembre de 1828, el Libertador fue objeto de un intento de asesinato, frustrado gracias a la valiente intervención de Manuela. Los enemigos de Bolívar habían conjurado darle muerte aquella noche de septiembre. Al entrar al palacio de San Carlos, hoy día sede de la Cancillería de Colombia, Manuela se da cuenta del atentado y se interpone a los rebeldes, con el fin de que Bolívar tuviera tiempo de escapar por la ventana. Por estas acciones, Bolívar la llamó la Libertadora del Libertador.
Dos años después Bolívar fallece, Manuela cae en depresión e intenta quitarse la vida dejando que la muerda una víbora, el intento falla. El 1 de enero de 1834 fue encerrada en la cárcel de mujeres y enviada a Jamaica. En 1835 volvió a Ecuador pero el presidente Vicente Rocafuerte la desterró.
Fruto de este destierro, Sáenz, sin tener a donde ir, sin tener la Patria por la que luchó, decidió instalarse en Paita en 1835. Allí viviría de manera humilde de la confección de bordados, la preparación de dulces, y la transcripción de cartas del español al inglés.
A los 59 años de edad, “Manuelita” sucumbió durante una epidemia de difteria que azotó la región el 23 de noviembre de 1856. Su cuerpo fue sepultado en una fosa común del cementerio local y todas sus posesiones fueron incineradas, incluidas una buena cantidad de las cartas de amor de Bolívar y documentos de la Gran Colombia que aún mantenía bajo su custodia.




