Ser de izquierda no implica, en ningún caso, seguir una larga receta donde se deben repetir frases o consignas; ser revolucionario no significa utilizar la violencia como único método; ser consecuente no significa decir sí a todo sin criticar nada. Estar con el proceso y ser gobierno no implica ser únicamente del movimiento de gobierno.
Sin duda el mayor reto de la izquierda en América Latina, desde su ascenso hace 17 años con la Revolución Bolivariana y la posterior llegada de otros gobiernos progresistas en la región, ha sido la falta de recetas; en los 60 quedaron los manuales y las meras consignas. Hoy, asumirse de verdad con posibilidades de llegar a dirigir nuestros países en sí mismo, ha sido un shock, para el que las izquierdas no nos habíamos preparado. La resistencia fue -y en algunos casos sigue siendo-, la única consigna de la izquierda, puesto esto era para lo que estábamos hechas las organizaciones.
Sabemos por concepto que la privatización de los servicios públicos no es buena, que el libre comercio perjudica a las economías más pequeñas, que las recetas del FMI y Banco Mundial buscan beneficiar a los grandes acreedores y perjudican a los países deudores.
Hoy, ser de izquierda no es solo un tema de consigna, la izquierda debe ser responsable, para defender los proyectos ideológicos y sociales que se sustentan en bases económicas y financieras donde la inversión, la liquidez, la balanza comercial, las capacidades de producción, la importación, la exportación, el precio del petróleo etc., son los que definen las condiciones materiales sobre las cuales se sustentan planes, programas y proyectos que ejecutan las políticas públicas.
Defender proyectos de inversión, que buscan establecer condiciones de soberanía tecnológica y energética, la construcción de nuevas universidades, la evaluación docente, el mejoramiento y ampliación de vías y caminos, la promoción turística del país, entre otros, son elementos que, sumados al impulso a favor de la integración política y económica entre los países del sur, benefician las condiciones para impulsar un verdadero cambio de sistema económico productivo y de redistribución; pero, defender u oponerse sin más, a un Acuerdo Comercial o a los canales de crédito, solamente porque lo proponga el Gobierno, sería una barbaridad, por ello, venimos exigiendo más información sobre el llamado Acuerdo Comercial con la Unión Europea y sus consecuencias en las relaciones con organismos como el MERCOSUR, así como las estrategias que se aplicarían para incentivar la producción nacional con énfasis en el agro y las pequeñas y medianas unidades productivas; también nos preocupan elementos de financiamiento de obras, que siendo necesarias podrían priorizarse de otra manera.
Sobre el funcionamiento del Estado, cerraremos el año diciendo que los mecanismos para denunciar la corrupción no son efectivos; que se siguen entregando contratos “a dedo”; que la economía popular y solidaria apenas se merece un instituto; que la meritocracia ha visto mucho de lo técnico y poco o nada valora el compromiso político con el proyecto, y menos la experiencia acumulada de bases y dirigentes, que por su práctica saben más que algunos doctores y licenciados. La meritocracia premia a quienes sí tuvieron oportunidades y sigue relegando a los eternos excluidos.
Además, la salud todavía no es del todo gratuita, siguen faltando insumos y los pacientes esperan días y semanas los turnos. Sumémosle también, una persona ultra conservadora dirigiendo la planificación familiar en el país. La reforma agraria ya parece cuento, los créditos productivos son para quienes tienen plata, lo “chiros” no pueden acceder a un crédito por no tener garantías, los intermediarios siguen ganando millones al igual que la banca que ha incrementado sustancialmente sus utilidades.
También tenemos la “fábrica de la felicidad” de Coca Cola en Machachi, una de las reservas de agua más importantes del continente. Por supuesto, mencionar lo malo no niega todo lo avanzado, solo que nos debe convocar a analizar estas cosas que si son importantes y que están en el día a día de nuestro pueblo.
Las organizaciones de izquierda también “quedamos debiendo”, tanto faltó movilizarnos para apoyar la construcción de un Código del Trabajo realmente revolucionario; denunciar a las mafias y élites sindicales que con clásico juego de cintura vacilan sin vergüenza con la derecha, ahora resulta que los Social Cristianos también apoyan al FUT. No hemos sabido activar mecanismos de participación, ni vocerías fuertes que reivindiquen los avances económicos, políticos y sociales. No hemos levantado las veedurías, el control social, ni otros mecanismos; en definitiva, no hemos construido poder popular. Esto, aunque es responsabilidad de las organizaciones políticas y sociales también se limita mucho por el Estado, porque no existen políticas públicas para fortalecer a las organizaciones y los pocos mecanismos previstos no se ejecutan.
Sobre aquello de ser revolucionarios porque gritamos mucho o que tenemos las consignas más radicales, debemos decir algunas cosas: en primer lugar hay que entender que contamos con una Constitución que generó mecanismos de participación, de reclamo, de propuesta y de protesta, aparentemente la oposición de derecha e izquierda, piensa que seguimos con la Constitución de 1998 y justifican movilizaciones violentas con supuestas intenciones propositivas, con absoluta claridad rechazamos mecanismos que no prioricen un sensato diálogo. Las mentiras, las injurias, el ocultamiento de la verdad no pueden ser estrategias de la verdadera izquierda. Así también, aunque consideramos que no es el momento de “lanzar piedras”, debemos decir que nuestro pueblo con ideas y también con piedras y palos derrocó a los más nefastos presidentes, por lo cual el método no puede ser descalificado por sí mismo, pero pretender que los momentos son iguales es una barbaridad histórica. Acá estamos dispuestos a todo, como el 30S, a tomar primero las ideas y luego las piedras y palos, para defender el proyecto, contra las amenazas internas y externas, nacionales e internacionales, porque este proyecto no es de una persona o de un movimiento, nos pertenece a todos y todas.
Cada vez que se dicen cosas en estos términos se suele hablar de “consecuencia con el proceso” ¿Quién ha dicho que ser consecuentes, éticos o leales implica mantener silencios cómplices? Nosotros no lo hemos hecho nunca, cada tema, cada acontecimiento a favor y en contra, hemos dado nuestra postura política, que debe ser asumida como una oportunidad de mirar nuevas perspectivas de quienes históricamente hemos sido consecuentes como organización, con casi 90 años de historia, y como personas que hemos estado en las calles luchando, en las campañas concienciando, en los medios informando y con el pueblo organizándolo. Quienes están y son parte directa del Gobierno y son de izquierda deberán tener como propósito del 2015 abordar política e ideológicamente batallas internas que permitan que el proceso se radicalice a la izquierda.
Hoy mientras se discuten temas como la reelección indefinida y la posibilidad de la reelección de Rafael Correa en el 2017, hay quienes se preocupan en las personas de relevo y se olvidan del proyecto político. Los socialdemócratas ya han mostrado sus intenciones y también han sonado nombres de varias personas de la “Revolución Ciudadana” como posibles relevos; ¿alguno de estos personajes garantiza la construcción del socialismo? No, se necesita mucho más que una persona para garantizar un proyecto político, se requieren acuerdos, inclusión de las organizaciones, construcción del poder popular y para eso, las personas y organizaciones que deben continuar y con las que se debe acordar son las revolucionarias, la que en hechos han demostrado la lealtad, no con el silencio sino con la propuesta, la crítica y el disenso argumentado.
El 2015, que es el año pre electoral, debería ser el año de los acuerdos, no de los negocios; de la radicalización y no del acomodo; del poder popular, no de la agenda institucional; de la organización y no de la manipulación.
Nuestros mejores deseos para el 2015.
¡Revolución con revolucionarios!



