c. Jéssica Ochoa
Secretaria de Mujeres y Género
Partido Comunista Ecuatoriano
La cultura como conjunto de expresiones, ideas, conocimientos, valores, costumbres, tradiciones, puede ser percibida desde los discursos sutiles o directos, los simbolismos o las reglas socialmente impuestas, como formas de perpetuación del sistema en la medida en que justifican conductas contra las mujeres.
La cultura patriarcal legitimada a partir de lo simbólico, nos muestra generalmente, desde el cristianismo, a una Eva que tienta al hombre, a la mala mujer que lo seduce y lo hace caer, la que a través de su cuerpo (demonizado), expresa per se, la razón de su castigo.
De esta forma, la sociedad burguesa, contiene una gran disyuntiva para la doble moral capitalista; a la mujer por un lado, por el “poder” de su cuerpo que irresistiblemente seduce al hombre (víctima indefenso e irracional ante ella), le exige como condición para ser dama, sumisión, “recato” y “mesura” en su accionar, desde la expresión de su sexualidad o ¿amor?, si no quiere ser merecedora del epíteto de “ofrecida” o puta!; pero, por otro lado, irónicamente exhibe sin reparos su cuerpo como mercancía, capaz de mejorar sus ventas y aumentar sus ganancias.
Expresiones como las del concejal de Quito, que no merece ni la más mínima justificación, no son eventos aislados, sino que nos muestran el reflejo de una sociedad machista, injusta, e inequitativa, que castiga a la mujer que bajo sus preceptos no se comporte como “una dama”. Pero, lo más alarmante no es que los hombres utilicen estas expresiones o generen estas concepciones, sino que de manera estructural estas se replican tanto en hombres como en mujeres.
Lo que es incomprensible para muchos/as es que, lo que menos queremos es seguir siendo damas a la costilla de nuestros maridos, sin capacidad para expresarnos, siendo muchachas de casa, enajenadas de la vida productiva, conservando nuestros problemas (violencia) en el ámbito privado “como corresponde”, con el fin de seguir reafirmando los procesos de explotación sistémica y la violencia de género.
¡NO! Ya no queremos seguir cargando la doble explotación del trabajo productivo y reproductivo, ser instrumentos alienados y mercantilizados, continuar desplazadas de la vida pública. Queremos salir a las calles con libertad, sin que nuestros cuerpos sean aceptados vía piropos y morbo, o despreciados por no ajustarnos al estereotipo. Queremos una justicia que nos de las garantías para ser mujeres, para sentirnos como tales, libres, luchando en las calles, trabajando en conjunto en los hogares con nuestros compañeros, sin miedo a ser juzgadas, violadas, a no ser aceptadas, discriminadas, subvaloradas, limitadas.
Como decía Nela, “nuestra vida debe seguir con capacidad para hacer y suscitar”, pero para que podamos tener esta posibilidad real, es necesario luchar en conjunto contra el capitalismo y uno de sus elementos aliados, el patriarcado.
“Sigo soñando con la revolución verdadera, profunda para este país y para el mundo entero” (Nela Martínez), pero para construir esa revolución, necesitamos hombres y mujeres con la posibilidad de luchar.
Septiembre, 2015


