Un año nuevo ha iniciado, complejo, proyectado de conflictos y disputas, enmarcado en la dis-continuidad de un libreto político caracterizado por la inmediatez y la improvisación de una clase política que ha copado la estructura estatal para reeditar las pretensiones de implementar el neoliberalismo en el país. Un año, como muchos otros, crucial, que nos enfrenta a escenarios difíciles y adversos para los sectores populares y para las organizaciones del amplio espectro de la izquierda.
Más, si algo caracteriza a este año que ha pasado sus primeros días es el recrudecimiento de la política, la actuación pintoresca de los sujetos políticos que hoy pretenden llegar a las administraciones locales en medio del caos y la dispersión. Nos aprestamos a enfrentar un proceso electoral con características similares a las de las elecciones de los años 90, con la paradójica existencia de superávit de candidaturas y déficit democrático de representación. La mayoría de partidos apuestan a no “ganarse la amarilla” y quedar condicionados por la escasez de electores que respalden sus posturas; mientras que las dos opciones más fuertes de la derecha, evidenciando la disputa burguesa que hoy somete a una crisis política muy peculiar a la nación, apuestan a sus mejores –si es que cabe el calificativo a sus candidatos- cuadros como antesala de la gran pelea por el puesto en Carondelet 2021, que de seguro iniciará apenas terminen las locales.
PSC – CREO conforman el esperpéntico monstruo bicéfalo sobre el que la burguesía cabalga a toda prisa, cobijados por la bandera, multivoca y utilitarista, del anticorreísmo, que es utilizada para desbaratar cualquier rastro de política pública o ley que procure el mínimo interés colectivo y social. La derecha política, hace Quijote y no para de buscar molinos de viento contra los cuales “luchar”, secundada por un Sancho, ejemplificada de forma expresa en el tinglado mediático conformado por el mainstream de los medios privados y los públicos, que solo actúan en tal sentido por ser dinero público el que paga a sus integrantes.
Así, Lenín Moreno y su gobierno, cumplen es papel más triste que la historia de la política puede registrar para quien participa de ella. Negando su pasado y negando a sus votantes y sus aspiraciones, el gobierno no es más que el esbirro de los más rancios poderes fácticos, ha destrozado Alianza PAIS y entrega a la organización política, de la que es presidente, al predecible peor resultado electoral que registre en su, relativa, corta existencia. Más aún la crisis organizacional de AP es fruto de un deliberado desentendimiento respecto a su militancia y, sobretodo, el desapego de sus postulados ideológicos. Moreno en medio de la más penosa ausencia de base social ha sabido hacerse de adeptos, a una nueva categoría, los “Progresistas morenistas” que no es más que el colectivo de correístas que dejaron de serlo en su momento y conversos al anticorreísmo de derecha y antipopular desfilaron por diversas opciones electorales con el único fin de mostrarse como los únicos dueños del platónico e ideal proyecto democratizador del país, que no era más que la máscara para ocultar su frustración de no poder ganar ni la presidencia del barrio. Este grupo de ideólogos de la descorreización progresista, Romos, Albán, Michelena, Granda, han pactado con el que es y el que no es como única forma de mantenerse en sus cargos, y cumplen hacendosamente las disposiciones de quienes son el Olimpo sagrado de la política actual: la Asociación de Bancos, las cámaras, los medios de comunicación, Nebot y Trujillo.
Por su parte, la izquierda enfrenta el desafío, recurrente en la historia nacional, de encontrar los puntos de convergencia y articulación por encima de las diferencias que se registran entre los diferentes grupos. Se suma a esto la fragmentación del colectivo social, que aún no logra establecer plataformas unitarias desde las cuales desplegar agendas políticas y de acción que permitan enfrentar los reales y concretos problemas que aquejan a los grupos populares y a la ciudadanía. Es necesario reconocer que las fricciones y diferencias de perspectivas respecto a las posiciones asumidas respecto a momentos pasados de la historia reciente, siguen siendo hoy la mayor dificultad para asumir un disposición de expresar en las calles resistencia a las medidas neoliberales que van incrementando progresivamente. Resulta complejo pretender interpretar la política en función del “correismo”, pues además de haber sido, durante la gestión de Correa un término sin una comprensión única, hoy supone un error en tanto que el escenario y la coyuntura no se corresponden con las dinámicas del gobierno anterior.
Ante este panorama, es preciso reconocer las emergencia de las mujeres como actor y sujeto preponderante en la vida política nacional, pues han conseguido posicionar una agenda concreta y específica en torno a sus derechos y han logrado desplegar una acción colectiva que se compone de la suma de voluntades y de una ideario del cual nadie disputa la exclusiva posesión o propiedad. Respecto a esto, para la izquierda resulta un ejemplo muy meritorio a seguir, pues da cuenta de que sí es posible impulsar un objetivo, aún existan diferencias respecto a los detalles.
Lamentablemente, las próximas elecciones representan una gran dificultad para intentar unir a la izquierda, pues a pesar de las pocas posibilidades de obtener algún éxito en dichos comicios, la fragmentación electoral no debe asumirse como antagonismos insalvables, siendo que el combate al retorno al neoliberalismo, y la consecuente reducción de los derechos sociales, se convierte en el objetivo estratégico de cualquier movimiento u organización democrática y de izquierda.
No obstante, los últimos días del 2018 y los primeros de este van dando signos importantes, que desde la ciudadanía no organizada son un reclamo e interpelación a las expresiones organizadas para asumir las amenazas que enfrentamos y la necesidad indispensable de construir la unidad, reconstruir y fortalecer la organización con capacidades de movilización y convicción ideológica, más allá del círculo intelectual, y disposición de lucha.
El Partido Comunista Ecuatoriano, no ha pretendido pontificar ni ponerse en el papel de corrector ético de ningún sector o colectivo, y creemos que es posible deponer posición que pretenden hacer política y agitación desde discursos autocomplacientes o desde autoconseguidas superioridades éticas. Somos conscientes de que las perspectivas de la izquierda ecuatoriana, a lo largo de su historia han sido complejas, contradictorias y sobretodo nuestro mayor error. Hoy estar a la altura del momento histórico nos exige salir de nuestro metro cuadrado y ser conscientes de la situación compleja en la que nos encontramos. Es por ello, que recordando la frase de nuestra camarada Nela Martínez, hoy llamamos a las y los que aún son, a los que nos han dejado de ser, a quienes tienen conciencia que val del ayer al mañana, del hoy al futuro para asumir que nuestra obligación es crear las condiciones para la construcción del país justo y soberano y que unidos y organizados podremos lograrlo.
Por un 2019 de unidad, organización y lucha nos convocamos compañeros y compañeras.




