15 de noviembre, que no se repitan las cruces.

96 años han transcurrido desde aquel día en que las calles de Guayaquil fueron teñidas con la sangre de miles de trabajadores, desde el día en que la clase obrera ecuatoriana apareció como el contradictor fundamental de los grupos oligárquicos y plantaban cara al gobierno de Arroyo del Río en busca de mejores condiciones de vida.
96 años en los cuales la historia del Ecuador ha tenido presente la gesta heroica de esos obreros que dejaron hasta su vida por la justicia y un mejor porvenir. Es por ello que cada reivindicación de las y los trabajadores de la Patria regresa su mirada sobre los cuerpos que fueron arrojados al río Guayas como acto de homenaje y memoria.
Hoy, las cruces sobre el agua parecen emerger como evocación trágica de la situación en la que se encuentra el sindicalismo ecuatoriano, en la poca capacidad de articulación que los sectores obreros presentan para hacer frente al proceso de retorno al recetario neoliberal que ha emprendido el Gobierno de Lenin Moreno en contubernio con los mismos grupos oligárquicos que ordenaron disparar en 1922.
Actualmente la burguesía ecuatoriana en el poder se regocija con la visceral y despiadada campaña de destrucción del progresismo y cualquier forma de reivindicación social. El Estado ecuatoriano se ha reconfigurado al servicio de las elites y sus intereses, el gobierno ha retomado la tradicional sumisión ante el imperialismo y el servilismo amenaza en todos sus ámbitos la soberanía.
En una fecha como esta es preciso también que desde la izquierda asumamos con profunda responsabilidad las consecuencias de la dispersión, la incapacidad de consolidar un proyecto político y la distancia con la que hemos mantenido la acción política respecto a los sectores populares. No podemos permitirnos mantener las posturas autocomplacientes de encontrar en los otros las culpas, así como tampoco debemos caer en el inmovilismo producto del despecho ante los acontecimientos de la política.
Que las cruces no se repitan, que la clase obrera no pague las consecuencias de la ineptitud del gobierno nos requiere dispuestos a dar la batalla, a mantener la disputa ideológica con visión estratégica y comprendiendo que el enemigo no son las otras expresiones de la izquierda. Nuestra lucha debe seguir siendo la defensa de la soberanía y lo público, diciendo no al retorno de la inherencia gringa en nuestra política de seguridad, rechazando el pretendido TLC, movilizándonos contra las pretensiones de privatizar los sectores estratégicos, exigiendo la adecuada distribución de recursos para la garantía de los derechos ciudadanos.
Que las cruces no se repitan, porque aún tenemos fuerzas para luchar, porque le debemos a esos obreros de 1922, por que le debemos a nuestro pueblo!

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