Editorial: A los 91 años de Fundación del PCE. En defensa de Rafael Correa, más allá del “populismo”

La Revolución Ciudadana, constituye sin duda alguna, un fenómeno político inquietante para su amplio y detallado análisis que transgrede el espacio político, social o económico. Razón por la cual, es indudable que Rafael Correa ha logrado hegemonizar, en cierto sentido, el espacio político ecuatoriano en los últimos 10 años.

Desde que Rafael Correa y la Revolución Ciudadana irrumpió el transitar “normal” de la crisis orgánica que sufrió el Ecuador, las interpretaciones sociológicas han intentado caracterizar teóricamente la política de la RC. Existe una interpretación, que más allá de un análisis metodológico serio, ha servido como una herramienta desde la oposición mediante “adjetivo teórico negativo” para denigrar a Rafael Correa, pero de la misma manera, desde los sectores oficialistas y sensatos han omitido un análisis sobre el Populismo.

Para la tradición teórica marxista, han existido diferentes interpretaciones para tratar el problema de la revolución. El amplio abanico que va desde las posiciones mecanicistas y reduccionistas, pasando por el imperativo voluntarista hasta llegar a la formulación revisionista y el olvidado análisis dialéctico revolucionario, han intentado disputarse la razón y la verdad en un campo de batalla que no es el de la ciencia social sino el de la subjetividad relativa y emocional.

En este artículo, intentaremos “poner el dedo en la llaga” del populismo, sin caer en fanatismo o fatalismo y argumentar desde la dialéctica revolucionaria, o sea el marxismo, la necesidad histórica del actual proyecto político encabezado por Rafael Correa para generar las condiciones reales hacia una política popular-democrática -y no populista- como transición al socialismo.

Algunas aproximaciones

En medio de los distintos puntos de vista de la teoría social, es menester puntualizar que la construcción de conceptualizaciones y categorías para un análisis político es un ejercicio político en sí mismo, por lo que, el grado de verdad no radica en la coherencia lógica descriptiva del concepto sino en la historicidad de la explicación de los fenómenos sociales.

A lo largo del debate sobre el populismo, han existido mutaciones sobre su definición, la tesis sobre el populismo como una fase determinada de la historia, un fenómeno político cuya característica corresponde a una transición del capitalismo pre-moderno, semi-feudal a la sociedad moderna de alto desarrollo industrial, con una cualidad de atraso ideológico de la clase dominada y un reordenamiento capitalista, ha sido debatida por distintas posiciones como las de Laclau.

Para Ernesto Laclau, el populismo es, por otro lado, la “expresión del momento en que el poder articulatorio de la clase dominada se impone hegemónicamente sobre el resto de la sociedad”, el intento de Laclau de ir más allá del  denominado “reduccionismo clasista” hacia un movimiento de masas y restar importancia a los momentos definidos de la historia, además de generalizar una dialéctica “pueblo – clase” con la interpelación a priori hacia la clase dominante. Por lo que para Laclau, el socialismo es el estado mayor del populismo, pero en la misma lógica también sería el fascismo.

A pesar de las diferencias conceptuales de estas dos tesis sobre el populismo, ambas facilitan e impiden, al mismo tiempo, encasillar a Rafael Correa dentro de la tesis populista en su generalidad, sin embargo han servido claramente a la oposición para forzar, mediante la inducción, la definición de populista, sin olvidar además el simplismo de los analistas opositores al reducir el populismo a exclusivas características personales, carismáticas, vanidades, demagógicas que quedan en el análisis weberiano impidiendo analizar la situación real del mundo material.

En este sentido, y como razonamiento lógico, el populismo se convertiría en una esencia que puede tomar forma y cuerpo en cualquier fenómeno social. ¡Todo es populismo! Tal es el error de los analistas opositores, con poquísimas excepciones,  que confunden popularidad con populismo y fenómeno social con características individuales además de restar importancia del rol de la personalidad y de las masas en la historia.

Es así, que desplazando las posiciones políticas –no teóricas- del populismo, utilizada por la oposición, se contrasta al correismo en medio de dos definiciones teóricas, anteriormente mencionadas.

El populismo como estado superior del socialismo… pero también del fascismo

Laclau, afirma lo siguiente: “se ve, así, por qué es posible calificar de populistas a la vez a Hitler, a Mao o a Perón. No porque las bases sociales de sus movimientos fueron similares; no porque sus ideologías expresaran los mismos intereses de clase, sino porque en los discursos ideológicos de todos ellos las interpelaciones populares aparecen presentadas bajo la forma del antagonismo y no solo de la diferencia.

Su oposición a la ideología dominante puede ser más o menos radical y, en consecuencia, el antagonismo estará articulado a los discursos de clase más divergentes, pero, en todo caso, siempre está presente, y esta presencia es la que intuitivamente se percibe como constitutiva del elemento específicamente populista en las ideologías de los tres movimientos”

El populismo, en esta forma, se torna como el esqueleto de cualquiera de los fenómenos sociales, independiente de las posiciones de clase, peor aún de alguna posición ideológica. En el concepto de pueblo que maneja Laclau  “no existe, al nivel de las relaciones sociales de producción” por lo que el pueblo es un conjunto indeterminado en términos de clase, opuesto a otro conjunto igualmente indeterminado de clase en el “bloque de poder”.

En este sentido, desde el populismo de Laclau, aplicado a la realidad de la Revolución Ciudadana, encajaría fácilmente, independientemente de la posición clasista e ideológica y por ser una respuesta frente al discurso oficial de la clase dominante -oligarquía-, acompañado por el movimiento de masas y pueblo que respalda dicho proceso.

Sobre este punto se necesita una sincera reflexión. Si a Rafael Correa se lo encasilla desde la teoría populista de Laclau, sería fácilmente adaptable como socialista pero también como fascista. Por ello, desde los distintos sectores pro-gobierno no han dudado en calificar  a la Revolución Ciudadana como un proyecto socialista, perdiendo el sentido real de la concepción revolucionaria del entendimiento marxista-leninista, o sea un proyecto sin lucha de clases, sin debatir los medios de producción o la mercancía, como célula del capitalismo. Así mismo, con la posición fascista, por ello, distintos sectores de la oposición han intentado calificar a la RC como fascismo, sin tomar en cuenta el rol ideológico, los mecanismos, los intereses de clase y la totalidad del poder.

Este juego cuyo método lógico, se reduce en la fórmula: masas + indefinición ideológica y clasista + poder = socialismo o fascismo.

El populismo como tesis teórica perdería su originalidad en la medida de adaptarse a cualquier expresión del fenómeno social.

Sin duda, calificar de socialista o fascista a Rafael Correa, solo desde el movimiento de masas y el poder, es sin duda una falacia teórica.

Entre el populismo y lo popular-democrático

En este punto vale recordar que el populismo latinoamericano no posee un momento a-histórico, peor aún de decontextualización estructural. Gino Germani plantea sobre el populismo como un “fenómeno político correspondiente a una fase de transición desde la “sociedad tradicional” hacia la sociedad moderna” (industrial)”

Por otro lado, Agustín Cueva, es quien caracteriza de la mejor forma el populismo de la siguiente manera:

  1. La presencia activa pero inorgánica de las masas en el escenario político.
  2. Una modalidad ideológico-política específica de tal presencia.

“Hablamos de inorganicidad en la medida en que el populismo nunca logró articular reales partidos de masas, sino que apenas cristalizó en movimientos de tipo caudillista. Esta inorganicidad se debe; en lo esencial, a dos factores: de una parte, a las obvias limitaciones subjetivas de esas masas, que por algo no consiguieron cuajar en un proyecto revolucionario sus legítimas pero difusas aspiraciones.

Tenemos como característica del populismo una orientación anti-oligárquica, pero ambigua en términos de clase, que es acicateada y al mismo tiempo limitada desde arriba (es decir, manipulada por algún sector burgués), de tal manera que el movimiento de masas sirva de ariete contra otros sectores de la clase dominante, pero sin la posibilidad de convertirse en una real fuerza revolucionaria, capaz de ajustar cuentas con la oligarquía al modo jacobino.

El poner de relieve esta orientación anti-oligárquica limitada permite, por lo demás, destacar dos hechos. De un lado, que en rigor solo existe espacio estructural para el desarrollo del populismo durante la fase de transición de la etapa oligárquica a la etapa burguesa moderna, y no después, cuando esta última ya se ha consolidado, puesto que entonces la perspectiva anti-oligárquica deja de tener sentido histórico, por más que el espectro del populismo siga rondando el escenario político”

En este sentido, el populismo, es el reacomodo económico-político frente a una crisis orgánica, una forma “legitimadora” de las masas para la imposición de los intereses de la burguesía en una etapa en desarrollo hacia un capitalismo moderno, no al socialismo.

Es claro, que el populismo puede ser tergiversado como característica propia de la –exclusivamente- forma de ser de un proceso político, sin embargo, es en la medida de su momento histórico y sus roles de alcance, o sea los limites políticos.

A pesar, que el populismo, en cierto sentido pueda interpretarse en una forma anti-oligárquica y democrática, no se debe confundir que desde la posición de la izquierda marxista, esto puede ser entendido como un símil del “gatopardismo”, cambiar todo para no cambiar nada. Algo que con la RC, no se puede calificar, a menos que sea desde la miopía analítica y del odio político, como ha realizado la oposición.

La primicia de un análisis marxista es el estudio metodológico dialectico de un fenómeno concreto en un momento determinado de la historia, por ello, a Rafael Correa y a la Revolución Ciudadana hay que comprenderlo en el actual momento histórico atravesado por distintas circunstancias del capitalismo mundial. En este sentido, los comunistas ecuatorianos, no consideramos a la política de la Revolución Ciudadana como populista, por el mismo hecho que sería justificar las posiciones desclasadas de los distintos sectores políticos –tanto a favor y en contra- además de ser un traición a la política marxista – leninista, ya que justificar y apoyar el populismo solo por contar con similares pero aisladas características que promulgamos, es sucumbir en el revisionismo.

Para el Partido Comunista Ecuatoriano, la tesis de la Revolución Nacional Liberadora -ratificada en el II Congreso de la reorganización y XVII de la trayectoria comunista en el Ecuador, realizado en mayo del 2017- posee total vigencia. El proceso de avance al socialismo, se presenta en nuestro país con un proceso previo y caracterizado por popular – democrático y no populista.

La diferencia entre el populismo y lo democrático-popular consisten en que este último no se encuentra como elemento aislado, sino se presenta, únicamente, mediante la combinación de distintos ejes: el anti-imperialismo, La lucha anti-oligárquica y con la redistribución de la tierra, caracterizada por el predominio de la vía Junker, dependiente, además del multiculturalismo.

Lo democrático – popular como elemento articulador de la lucha política es una fase histórica que permite acumular las fuerzas necesarias y transitar por los momentos históricos necesarios para avanzar al socialismo.

Por ello, nuestro reconocimiento a Rafael Correa y con ello la defensa a la Revolución Ciudadana es vigente, no solo desde la exclusividad de nuestros postulados sino desde la mejoría de las condiciones reales de vida de la sociedad ecuatoriana en esta década ganada.

Este 23 de mayo, en el marco de nuestro 91 aniversario de fundación como Partido Comunista Ecuatoriano, reiteramos que nuestra defensa no es al momento coyuntural aislado, sino a garantizar los pasos firmes por los que debe transitar y avanzar la historia a la revolución socialista.

c. Juan Francisco Torres

Secretario General

Partido Comunista Ecuatoriano

Instagram Facebook Twitter
Scroll to Top