16 candidatos en el debate de los cuales al menos 10 bien podrían pasar como una mala anécdota de nuestra raquítica democracia. Los lineamientos técnicos del CNE se confirma que no son más que una muletilla para anular cualquier posibilidad real de una deliberación política que aporte más allá de lugares comunes y slogans.
Si las y los ecuatorianos presenciamos el debate esperando escuchar certezas respecto al horizonte del país, podemos decir que fue una expectativa incumplida por la mayoría de candidatos que no hicieron más que ceñirse al libreto de los temas de tendencia sin llegar a indicar que país es el que nos proponen.
La derecha ecuatoriana, que parece pelearse por liderar en olor a naftalina de las ideas políticas, desde pena de muerte, consignas libertarias y aperturismos radicales cobijados por la mano dura desde el Estado, no logró destacar con ninguna de sus candidaturas y, sin lugar a dudas, el candidato presidente, además de ratificar sus nulas capacidades discursivas, demostró una vez más su nula voluntad de ejercer una política de sintonía con los graves problemas nacionales y, mucho menos asumir la responsabilidad respecto a las graves violaciones de derechos humanos que han ocurrido durante su mandato. Más preocupado por llegar a Washington para la posesión de Trump, Noboa no pudo responder el nombre de los 4 niños asesinados y tampoco pudo consolidar un mensaje para su electorado, y muchos menos cautivar a los indecisos.
Desde el espectro del progresismo y la izquierda, a pesar de no dejarse llevar al lodazal del discurso correismo-anticorreismo, Luisa González no logró la contundencia que se espera de quien lidera las encuestas y tampoco supo canalizar el descontento y frustración del Ecuador.
Escala, Granja, Rabascal, no destacaron ni en lo mediático y peor aún en lo programático. Dejándose llevar por un formato deficiente, no fueron capaces de ofrecer una alternativa consistente que permita proyectarlos como una alternativa real.
Por su parte, Leonidas Iza, aunque pudo aprovechar de mejor manera la épica de su liderazgo respecto a la resistencia al neoliberalismo, fue el único que marcó una agenda política sobre las tareas del gobierno en atención a los derechos fundamentales y no omitió las propuestas centrales respecto a la minería, la reversión de privatizaciones, el fortalecimiento de la Economía Popular y Solidaria.
Vale reconocer un gesto muy valioso entre la RC y PK que, al parecer, entendieron que el momento no era para lanzar lodo o revivir las tensiones e, incluso en las réplicas, lograron sintonizar la necesidad de identificar que la opción a vencer es Noboa y su desgobierno.
En general, un debate donde 1 de cada 10 minutos realmente puede ser analizado respecto al objetivo de ofrecer argumentos al votante mientras que el resto fue un baratillo de malas propuestas además de mal dichas y tan solo útiles para la industria del meme.
Lo cierto es que para un debate así, mejor no hacerlo. No aportó nada relevante para la discusión pública y tan sólo profundiza la desideologización de la política y el imperio del marketing por sobre los contenidos éticos, políticos, programáticos que diferencia a cada candidatura, además de omitir cuestiones centrales como los derechos de las mujeres, la plurinacionalidad, la garantía de servicios públicos y también el respeto al estado de derechos y justicia que señala la constitución.
El gran ausente: el pueblo como protagonista de la política. Salvo Iza que reivindicó la movilización popular, ningún candidato supo asignar al pueblo el carácter soberano lo que demuestra una perspectiva en la que lo único que se discute es ganar votos y no disputar el sentido misma de la política.




