Evidenciamos el avance incontenible de la agenda de lucha y resistencia que las mujeres hemos logrado poner en primer plano de la política nacional e internacional, posicionando nuestras reivindicaciones históricas como elementos impostergables e ineludibles. En tanto su contundencia y urgencia, observamos como el sistema heteropatriarcal capitalista reacciona de forma violenta y estructural enfrentándonos a una realidad en la que las mujeres asumimos las consecuencias de las profundas contradicciones de un sistema social y económico que cada vez se torna más incompatible con la democracia, la justicia social y el derecho a una vida libre de violencia.
Este 8 de marzo, reivindicamos la historia del movimiento de mujeres, que definió esta fecha en tributo a la hoguera de 1857, en la que esas trabajadoras sembraron con sus vidas un camino hacia la emancipación real y definitiva de las mujeres y de la sociedad en su conjunto.
En tal sentido reconocemos la perspectiva de clase con la que Clara Zetkin y Alexandra Kollontai fundamentaron al 8 de marzo como el día internacional de la Mujer Trabajadora y asumimos el acervo teórico y militante de miles de mujeres que conquistaron los derechos que hoy se ven amenazados y nos comprometemos con las luchas que son nuestras por los derechos que aún faltan.
Las mujeres trabajadoras sufrimos múltiples formas de explotación, exclusión y violencia en razón de la condición sexo-genérica, la procedencia y pertenencia étnico-cultural, la condición de movilidad y fundamentalmente por la ubicación en las relaciones de producción que enajena el producto de nuestro trabajo así como nos priva de los derechos fundamentales como seres humanos.
Hoy reivindicamos el derecho a resistir, la voz firme y la lucha de las mujeres pone en riesgo el status quo de una sociedad que lucra a costa de quienes explota, y que se beneficia de estructuras caducas y retrógradas que, bajo elementos como la familia clásica, perpetua la violencia apelando a dogmas fe, y pretende a la mujer como animal de reproducción por naturaleza, como ser de tutelaje, restringida del espacio público, relegada y sumisa. Las estructuras caducas de un sistema de acumulación imponen sobre nosotras, la cultura del opresor. Es claro entonces: nuestro enemigo es el fascismo creciente que se extiende como respuesta a la amenaza para las clases dominantes que suponen las luchas feministas.
Por esto las mujeres estamos convocadas a la acción política, a disputar la política y nuestros derechos en las calles, en lo simbólico y también en lo electoral. Tenemos la obligación de evitar el avance de quienes representan la ideología más retrógrada y antiderechos, que tras la imagen de una falsa familia, atentan contra la laicidad, y pretenden desinstitucionalizar el Estado, precarizar el trabajo tras la “libertad de contratación”, imponer sus dogmas y valores y deslegitimar las políticas públicas, relegando los temas de salud, de derechos sexuales reproductivos, de violencia, al rol de la familia que oculta tras sus paredes, monstruosas realidades. La política institucional NO PUEDE decidir nada sin nosotras, no vamos a permitirles nada contra nosotras.
Alzamos la voz y luchamos por nosotras las mujeres en la diversidad, por quienes ocupamos los público como espacio de lucha, por quienes han sido relegadas, por quienes vivimos violencia, marginación, explotación laboral; por aquellas que no pueden ejercer maternidades afectivas y responsables por las condiciones que impone el trabajo, por las cuidadoras, campesinas, trabajadoras del hogar, trabajadoras autónomas, mujeres racializadas y disidentes; y también por las que no están por la violencia machista. Queda claro: ¡Si tocan a una nos tocan a todas!
Reivindicamos nuestro derecho a participar activamente en la política y convocamos a las mujeres a integrar organizaciones políticas, pues será la única forma de cambiar también las formas en las que se han manejado.
Exigimos el acceso pleno derecho a la seguridad social universal para las mujeres y el reconocimiento de nuestro trabajo. Luchamos contra el desempleo, contra la precariedad laboral, la falta de acceso a los servicios públicos, y contra la pobreza que nos golpea.
Exigimos el reconocimiento del trabajo rural y campesino como base del sustento de la economía y atención del Estado, y la redistribución de la tierra para quien la trabaja reconociendo el papel de la mujer en el campo.
Exigimos la libertad de decisión y el derecho a la autodeterminación sobre nuestros cuerpos y la eliminación de las violencias en nuestras vidas.
Por un 8 de marzo combativo y revolucionario.
PARTIDO COMUNISTA ECUATORIANOMUJERES MILITANTES Y DIRIGENTES DEL





